¡Qué rico que conectes conmigo este domingo! Hoy te hablo sobre la alimentación consciente (“mindful eating” en inglés) y los beneficios que esta práctica ha traído a mi vida. Además, compartiré contigo alguna de mis herramientas para lograrlo.
Posiblemente te preguntes si el concepto tiene que ver con posturas de yoga o meditación o el acto de orar. De ordinario estas palabras se asocian con lo anterior, pero la realidad es que crear consciencia o ser “mindful” es mucho más que eso. Es la práctica de vivir en el presente, en el aquí y ahora, desconectando de todo lo que nos rodea para el pleno disfrute de una actividad.
La alimentación consciente es la práctica de prestar atención plena al acto de comer. Esto significa estar completamente presente y consciente de cada bocado, saboreando los alimentos y reconociendo las señales de hambre y saciedad de tu cuerpo. Esta práctica permite una actitud de curiosidad, sin juicios, en el que se trata de observar y disfrutar cada sensación que provoca comer.
Imagínate que es un día en el que trabajas. Te levantaste tarde, apenas te da tiempo para desayunar, por lo que agarraste lo primero que viste en la nevera o te fuiste sin desayunar. Imagínate que dentro de tu primera jornada de trabajo comienzas a escuchar tus tripas sonando y a sentir ese vacío como aviso de que es hora de comer. Decides almorzar y, como piensas que tienes que adelantar, comes mientras trabajas. Imagina que es la hora de salida, llegas a tu casa y ya ni tienes hambre porque lo que te comiste de almuerzo fue tanto que te da hasta la noche. Te acuestas a dormir y al otro día te levantas sintiendo cansancio, malestar estomacal o el estómago inflamado. Si yo te preguntara por qué te sientes así, con probabilidad no sabrías contestarme la pregunta y quizás lo relaciones con que no dormiste bien.
Cuando practicas alimentación consciente podrás escuchar mejor a tu cuerpo y conectar con esas señales de hambre y saciedad, lo cual te ayudará a mejorar tu relación con la comida. Esto es importante si deseas mejorar tu digestión, sueño, emociones y estrés.
Si te preguntas qué tiene que ver lo anterior con la de alimentación consciente. Aunque no lo creas, lo tiene que ver todo.
Por años se ha hecho referencia a que el sistema digestivo es como un segundo cerebro. Para mí es el primero, pero bueno, eso es otro tema. De hecho, tiene su propio sistema nervioso llamado el sistema nervioso entérico, que conecta con el sistema nervioso central a través del nervio vago y neurotransmisores. Esta conexión provoca una comunicación bidireccional en el que el intestino envía señales al cerebro y el cerebro envía señales al intestino. Mira esto:
- El nervio vago es un nervio craneal que se extiende desde el cerebro a una parte del colon.
- El intestino puede crear, sintetizar y modular muchos de los neurotransmisores como lo hace también el cerebro, para realizar los procesos de digestión del cuerpo.
- El sistema nervioso entérico controla todas las contracciones y reflexiones musculares que ocurren durante la digestión, puede influenciar el bienestar emocional y se afecta por el estrés, la nutrición y las toxinas.
Todo está conectado y tu objetivo es mantener esa conexión estable si tienes metas de salud, como bajar de peso o añadir actividad física. Por eso la nutrición cobra mayor importancia y la alimentación consciente es la herramienta para provocar que puedas tomar decisiones adecuadas cuando se trata de tu nutrición.
¿Cómo puedes comenzar a mejorar tu práctica de alimentación consciente? Créeme que no es difícil, por el contrario, son acciones simples que te ayudarán a fortalecer esta práctica.
- Estar presente.
- Separa el tiempo que entiendas prudente para esta actividad.
- Prepara a tu gusto el espacio en el que vas a comer. Identifica un espacio cómodo, en el que puedas sentarte y disfrutar de tu comida. El espacio que escojas para comer debe ser un espacio que te invite a disfrutar de ese momento similar a como lo disfrutas cuando sales a comer a un restaurante estés en compañía o no.
- Evita sentarte en lugares donde tu espalda quede arqueada o tu estómago doblado, y en que pongas tu plato encima de tus piernas.
- Evita comer a prisa. Toma tu tiempo para despertar todos los sentidos, disfrutar de los aromas y cada bocado y mastica hasta sentir que la comida ha sido triturada en pedazos pequeños. Evita tragar grandes pedazos de comida.
- Práctica la respiración calmada mientras estás comiendo.
- Evita las distracciones, como evitar mirar tu computadora o el celular mientras comes.
- Considera las necesidades de tu cuerpo. Esto significa que debes mentalizar que comes para tu estómago, no para saciar un deseo de tu mente. Sirve en tu plato alimentos que tengan valor nutricional.
- Saber cuándo comer y cuándo parar. Escucha a tu cuerpo porque sabrá darte las señales de cuando tienes hambre y de cuando debes parar. Evita comer más de la cuenta, por lo que, si te sobra, guárdalo para después. De la misma forma, evita comer muy poco para que no te quedes con hambre.
- Desarrolla una relación positiva con la comida. Puedes llevar un diario sobre este proceso en el que escribas sobre tu comportamiento, lo que quieres cambiar y lo que deseas integrar.
Siempre que no tengas restricciones alimentarias -como en mi caso que soy sensible al gluten- come lo que gustes. Si hay alimentos que deseas integrar o quieres buscar alternativas saludables a lo que ya consumes, debes crear esa relación positiva para que tu mente no sea la primera piedra en esa meta. Te digo esto porque tu cuerpo y tu paladar se acostumbran fácilmente a un cambio alimentario porque sabe lo que necesita. Pero si eres de los que comen con los ojos y vas diciendo “fo” a cada cosa que te ponen de frente, no habla tu cuerpo, sino tu mente.
Yo estuve años diciéndole “fo” a muchos vegetales. Mi lema era “me saben a tierra”. Pero cuando aprendí a escuchar a mi cuerpo, me di cuenta de que me pedía cambiar el hamburger del fast food por espinaca, espárragos y brócoli. ¿Qué hice? Engañar a mi mente. Preparaba esos alimentos con algo que les escondiera el sabor. La foto de la publicación soy yo, en el 2016, integrando la remolacha a mi alimentación utilizando la técnica del «juicing». Te garantizo que el paladar se acostumbra y te darás cuenta de que terminarás comiendo eso sin mucha cosa. Cuenta y jura que habrás desterrado de tu mente el “fo”.
Cuando se trata de mejorar mi salud y mantener mi sistema digestivo estable, esta práctica me permite sentirme más a gusto conmigo y mi cuerpo, alivia mis síntomas digestivos y de ansiedad, mejora mi ánimo, capacidad de energía y concentración, y me permite mantener estable mi peso.
Así que te invito a que decidas, como primer objetivo, desarrollar la práctica de la alimentación consciente. Estoy segura de que verás cómo vas conectando los puntos y logrando cuadrados en tu timbiriche vida.