P19: “Cinco minutos antes de la cuenta atrás”… Celebraciones y rituales para despedir el 2024 y recibir el 2025

¡Hoy es el último día del 2024 y me encanta que puedas conectar conmigo! El fin de año y el inicio de uno nuevo me tiene cantando una y otra vez esa canción navideña que dice “un año que viene y otro que se va”. Y claro, mientras van pasando las horas, imposible dejar de cantar esa canción de Mecano que dice “y en el reloj de antaño como de año en año, cinco minutos más para la cuenta atrás, hacemos el balance de lo bueno y malo, cinco minutos antes de la cuenta atrás”.

Las celebraciones de fin de año tienen raíces antiguas. El calendario juliano, en la Antigua Roma, había establecido el 1 de enero como el primer día del año en honor al dios Jano, quien representa los comienzos y los umbrales. Estas celebraciones incluían sacrificios y brindis para pedir protección y bendiciones. Con el paso del tiempo y a lo largo de la historia, diferentes culturas han ido desarrollando rituales para celebrar el inicio de un nuevo año, los cuales han pasado de generación en generación. Por ejemplo, comer 12 uvas al sonar la campana, brindar con champán, llevar colores que se relacionan con la prosperidad, limpieza de año nevo en la casa, realizar ofrendas, en fin. El propósito sigue siendo el mismo, protección y bendiciones que permitan atraer el amor y la prosperidad, así como el simbolismo de renacer y purificación.

Para muchos pudiera ser clichoso, inclusive supersticioso, y para otros, una pérdida de tiempo. Sin embargo, soy de las que piensa que mucho o poco, todos, de alguna forma tenemos algún pequeño ritual que nos empuje a seguir adelante en el año que se avecina. Como no soy la excepción, voy a compartir contigo lo que esto significa para mí y qué rituales me permiten comenzar firme en el nuevo año.

En publicaciones pasadas he mencionado que somos energía y que tenemos el potencial de transformar esa energía a nuestro favor. Explicaba que el mejor ejemplo son las calorías; esa medida de energía para que nuestro cuerpo sea funcional a lo largo de nuestras vidas. Pues de la misma forma, los ambientes que nos rodean traen consigo energía, mía, tuya y de los demás.

Dime que no sientes esa carga de energía cuando está por acabar un año y por empezar uno nuevo. Yo la siento. A veces esa carga es de alivio, como que, ay, al fin se acabó este año. Otras veces esa carga viene acompañada de la famosa frase “vengo por más”. Al final, si te fijas bien, de alguna forma significa que medimos nuestro desempeño personal con base a los eventos que pasan durante el año. Decidimos cuáles son buenos, cuáles son malos y, sin quererlo, decidimos qué cosas no queremos que se repitan y qué cosas nos gustaría seguir trabajando. Entonces, imagínate cuán poderoso puede llegar a ser si haces este mismo proceso queriendo y con conciencia. Opino que esta es la base de los rituales.

La sensación de conectar con algo más grande proporciona sensación de paz y propósito. Esa conexión, ya sea a través de estos rituales espirituales o tradiciones culturales, provoca un impacto profundo y positivo en la mente y en la regulación del sistema nervioso porque permite la relajación del cuerpo, lo que disminuye los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Además, mejora el estado de ánimo porque permite liberar oxitocina o la “hormona del amor”. Estas prácticas que fomentan conexión y paz ayudan a que la respuesta de descanso y digestión, o lo que se conoce como la activación del sistema nervioso parasimpático, reduzca la frecuencia cardíaca y la presión arterial, calmando nuestro cuerpo, dando entrada a que mejore nuestra neuroplasticidad.

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para reorganizarse y adaptarse a lo largo de la vida. Esta capacidad permite que las neuronas formen nuevas conexiones, se fortalezcan, y, en algunos casos, creen nuevas neuronas en respuesta a lesiones. La neuroplasticidad es fundamental para el desarrollo, la memoria, el aprendizaje y la recuperación de daños cerebrales, así como para el crecimiento personal y la resiliencia. Por ende, más allá de que los rituales de fin de año han pasado de generación en generación, son importantes para esas capacidades dinámicas de nuestro cerebro.

Yo practico varios rituales para despedir el año y recibir uno nuevo. De hecho, a lo largo del tiempo he integrado nuevos rituales y descartado otros que no logran esa sensación de conexión conmigo y mi propósito. Hoy te comparto dos que he mantenido desde que los integré porque son con los que logro mayor conexión.

El primero es una meditación, pero no es cualquier meditación. Es más bien una meditación abierta en la que yo guío el proceso. Me explico. En un lugar en el que sienta tranquilidad y este sola, ya sea acostada, sentada en una silla o en el piso, pongo la música con la cual en ese momento esté conectando o la que me permita estar el tiempo que sea necesario en dicha meditación. Hay veces que prendo una vela, otras veces incluyo algún sonido, como el de un tambor sonoro o el de una campana. Para el que hice hoy, solo incluí música. Con esto lo que quiero decir es que tu preparas tu espacio a tu gusto. El tiempo de la meditación también es tu decisión.

Una vez tengo listo mi espacio, la meditación consiste en hablarme, reconocer que estoy presente y asumir gratitud holística. Gratitud holística significa la capacidad de reconocer balance en todas las experiencias. En palabra simples quiere decir que en vez de es hacer balance de lo bueno y malo, como canta Mecano, y reconocer que las experiencias buenas y malas tienen dos lados. Verbalizo esas diferencias y agradezco el balance que ambas traen a mi vida porque me fortalecen. Perdono todo aquello que yo permití me hiciera daño, así como todo aquello que cargué durante el año que fue impuesto por otros, ya sea consciente o inconscientemente. Abro espacio para la transformación de mi propia energía, por lo que suelto toda esa energía negativa para transformarla a energía positiva. Si quieres intentar esta meditación, recuerda que eres tu propio guía, por lo que nada está escrito y eres libre de manifestar y expresar todo lo que deseas en ese espacio.

El segundo ritual es bien diferente al de hacer resoluciones. De hecho, ¿sabías que el 80% de las resoluciones de Año Nuevo no se cumplen para febrero? El Dr. Mark Hyman, doctor en medicina funcional y uno de mis educadores en health coaching, explica que el problema no es la falta de fuerza de voluntad, sino es comprender cómo tu cerebro y tu cuerpo están diseñados para el cambio. Muchas de las resoluciones fallan porque no se alinean a la forma en que nuestro cerebro trabaja. Explica que tener metas vagas, expectativas no realistas y pensamientos de todo o nada, lo que hacen es confundir al cerebro, abrumar y posicionar al fracaso. Por tanto, Hyman sugiere que para tener éxito necesitamos trabajar con nuestra biología, no en su contra, porque a nuestro cerebro le encanta la eficiencia y por eso resiste el cambio. Según Hyman, la solución es sacar provecho a la neuroplasticidad.

Mi segundo ritual consiste en la selección de una palabra. Una palabra poderosa que tenga el potencial de lo que explicaba al principio – esa sensación de conexión con algo más grande, que me permita refugiarme y anclarme en ella cada vez que quiero definir una meta específica, gerenciar un proyecto personal o tomar ciertas decisiones sobre lo que deseo. Para este año 2024 que hoy acaba, la palabra que había escogido es renovación. Cada meta, decisión, proyecto, debía estar alineada a renovación. Esto me permitió reducir la resistencia al cambio y sacarle provecho a mi neuroplasticidad.

Cuando hago repaso de las experiencias que tuve en el 2024, me siento satisfecha y feliz de lograr esa renovación. Esto no quiere decir que cumplí todas mis metas, pero si significa que me enfoqué en las que entendí prioritarias. Significa que trabajé en todo aquello que dio paso a renovarme. Te confieso que viví renovación de distintas formas. Por ejemplo, se fueron amistades y llegaron nuevas – este es el evento ocurrido. Anclada en mi palabra renovación, la acción fue estar en calma, soltar y dejar ir, aún sin entender, para permitir la entrada a mi tribu de apoyo gente que sume a mi vida y que vibre positivamente conmigo. Otro ejemplo, es el que te compartí en la publicación anterior – hacer un cambio profesional de abogada a coach de salud. El proceso de transición no ha sido fácil, pero mi palabra ha permitido cerrarle el paso a todo aquello que no se alinea con esa transición.

Lo bueno de este ritual es que no requiere que tengas todas tus metas claras y definidas. En mi caso, voy manifestando esa palabra desde la fecha de mi cumpleaños porque coincide con Acción de Gracias. Si quieres tratar este ritual, no importa desde cuando lo empieces a manifestar, lo único que requiere es que te visiones para el próximo año y que permitas que esa palabra llegue a ti, sin forzarla. Luego te dejaré saber cuál es mi palabra para el 2025.

Estos dos rituales permiten que mi cerebro se reorganice, reducir la resistencia al cambio y definir metas claras y específicas para el año que se avecina, en esta, mi Timbiriche Vida.

¡Que tu 2025 sea un año en el que trabajes por tus metas y logres tus deseos!

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