¡Qué rico que conectes en mi espacio virtual! Comienzo gritando a viva voz y con una sonrisa grandota que el descubrimiento de Antoine Lavoisier sobre que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma, es aplicable a nuestros procesos de vida. Te cuento por qué.
La ley de la conservación de la energía la hemos visto aplicada en la ciencia y en la naturaleza. Cada vez que ocurren eventos externos, como son los eventos atmosféricos, la naturaleza no desaparece ante los desafíos. Al contrario, aunque un evento atmosférico pueda causar destrucción, son parte de un ciclo natural de renovación y cambio. En ese sentido, la naturaleza acciona al momento y se adapta y evoluciona. Este proceso nos es otra cosa que la transformación de energía.
Hay una correlación entre la transformación energética en la naturaleza y la transformación energética humana, dado que los seres humanos formamos parte del entorno natural. Esta conexión es profunda y reveladora, aunque muchas veces no lo vemos así. La naturaleza nos enseña que no hay final en el flujo de la vida y que cada final es un nuevo comienzo.
De manera similar, nosotros tenemos la capacidad innata de transformar nuestra energía interna, de canalizar nuestras experiencias, ya sean positivas o negativas, hacia un crecimiento y una evolución constante. Tenemos la capacidad de adaptarnos, de cerrar ciclos y comenzar nuevos. Y lo hacemos todo el tiempo, aunque no lo creas.
Las emociones que experimentamos, los pensamientos que cultivamos y las acciones que emprendemos son manifestaciones de esa energía. Al aprender a transformar conscientemente nuestra energía interna, podemos convertir el estrés en creatividad, el dolor en fortaleza y la adversidad en sabiduría.
Incluso en nuestra alimentación, contamos con la capacidad de transformar energía. El sistema digestivo juega un papel protagonista en esta tarea. Desde el momento en que los alimentos entran en la boca, se desencadenan diversos procesos que tienen como meta la digestión, con el fin de obtener energía, entre otros propósitos. Esto permite que nuestro cuerpo funcione adecuadamente, desde mantener el ritmo cardíaco hasta permitirnos realizar actividades físicas y mentales. Por esto es fundamental mantener una alimentación balanceada para garantizar que nuestro cuerpo disponga de energía y la utilice de manera que favorezca nuestra salud.
La energía se transforma mediante la acción y la adaptabilidad es un componente clave de esta. Adaptarse no implica conformarse con el “status quo”. Por el contrario, la adaptabilidad implica ser conscientes de nuestras reacciones internas y saber cómo gestionarlas. Las semillas en la naturaleza germinan cuando las condiciones son propicias, independientemente de si somos nosotros quienes influimos en ese entorno natural. De manera similar, podemos crear condiciones propicias en nuestras vidas para que las ideas y proyectos florezcan, independientemente de la etapa de vida en la que nos encontremos. Por eso, aunque no podemos controlar todos los eventos externos, debemos reconocer que sí podemos controlar cómo respondemos a ellos. Al adoptar una actitud adaptable, nos volvemos maestros de nuestra propia energía, capaces de dirigirla hacia acciones constructivas y resultados beneficiosos.
Nuestra habilidad para adaptarnos determina cómo transformamos esa energía que nos mueva a evolucionar. Es también un hábito que se fortalece con la práctica y la experiencia. Además, nos mueve hacia la resiliencia emocional, pues nosotros también podemos aprender a ser flexibles y fuertes ante las tormentas de la vida.
Muchas veces nos decimos que ya es tarde para hacer alguna cosa. Nos limitamos en explorar nuevos proyectos, ideas y aventuras. Otras veces dejamos de priorizar lo que nos interesa. Nos desesperamos cuando las cosas no ocurren como deseamos y tendemos a arrepentirnos de decisiones pasadas. En otras ocasiones, nos quedamos en un estado de carga continua, como si fuéramos una computadora cuya programación gira en un círculo de espera, incapaces de avanzar o retroceder, atrapados en el mismo punto sin progreso. De ordinario, este estancamiento puede ser el resultado de aferrarnos a viejas ideas, miedos o simplemente la resistencia al cambio. En contraparte, cuando nos enfrentamos a procesos o ciclos nuevos que son deseados y nos hacen felices, esos miedos se convierten en fortaleza para comenzar algo nuevo y desconocido y nos adaptamos con mayor facilidad, Pero claro, cuando son cosas positivas no nos damos cuenta de que estamos en proceso de transformación energética.
Convertir el miedo en un aliado es importante. Por lo general, es un proceso difícil ya que solemos vivir con miedos. Sin embargo, el miedo es energía que tiene el potencial de convertirse en un poderoso motivador, si lo permitimos. Aprender a transformar nuestro miedo en precaución y sabiduría es el hábito que debemos trabajar. En lugar de permitir que el miedo tome decisiones por nosotros, podemos usarlo para evaluar riesgos y prepararnos mejor para los desafíos, convirtiéndolo en un consejero en lugar de un obstáculo.
Es igualmente importante priorizar lo que realmente nos interesa. A menudo, dejamos de lado nuestras verdaderas pasiones por darle prioridad a lo que creemos que se espera de nosotros. La clave es aprender a fluir hacia lo que genuinamente nos mueve. Esto implica escuchar nuestra intuición y emociones, reconociendo lo que nos hace vibrar y dedicando energía a esas áreas, incluso si eso significa explorar territorios desconocidos.
La energía en movimiento es energía que crea cambio. Cuando canalizamos nuestra pasión y preocupaciones en acciones concretas estamos transformando la energía estática en dinámica. Enfrentados a desafíos, lo ideal es elegir verlos como oportunidades para innovar y mejorar.
He aprendido que, en cualquier circunstancia, tengo la capacidad de reiniciar y redirigir mis procesos mentales para superar las limitaciones autoimpuestas. Reflexionando, reconozco y valoro que me he adaptado y cambiado con cada decisión tomada.
Admito que me gusta vivir procesos en donde transformo mi energía, a pesar de sentir miedo y aunque para los demás no se visibilice de esa manera. Por ejemplo, hay ocasiones en que siento la energía estancada en mi entorno. No sé cómo explicarlo, pero siempre me provoca mover de sitio el mobiliario en ese espacio (mover el sofá a otro lugar o mover adornos, lo que sea). Rápido siento esa transformación de energía que permite que todo fluya. Lo mismo pasa con mi alimentación. Cuando siento mi energía corporal baja, reevalúo mi alimentación, para darme cuenta de que, en la mayoría de los casos, estoy consumiendo alto contenido de azúcar y debo moderarlo para lograr que mi sistema gastrointestinal vuelva a su balance.
De igual manera, cuando me enfrento a desafíos, de ordinario los demás perciben que estoy seria o que algo me pasa, o simplemente confunden lo que proyecto con alejamiento o desconexión. La realidad es que no es así; en mi interior estoy llevando a cabo procesos mentales para encontrar adaptabilidad, fluir y transformar mi energía para evolucionar.
Ser consciente de mi capacidad para transformar mi energía y accionar a ese fin ante los eventos externos, es estrategia necesaria y valiosa para evolucionar en mi Timbiriche Vida.
¿Has estado consciente de procesos de transformación de energía en tu vida? ¿Qué acciones llevas a cabo para transformar tu energía interior? Déjame saber en los comentarios.